domingo, 1 de agosto de 2010

LA VIOLENCIA DE GÉNERO EN LA SOCIEDAD VENEZOLANA-(PARTE II).


El tema que voy a tocar, sorprenderá a sirios y troyanos, como me abismó a mí. Generalmente se escucha hablar de la violencia doméstica hacia la mujer, hacia el sexo débil, del acoso sexual en el campo laboral, constituyendo eso un grado de violencia hacia la mujer, pero nunca hemos escuchado de violencia hacia el hombre en el hogar.

Describir la cotidianeidad en un hogar donde reina la violencia es tan difícil como ser victima de ella. No debemos olvidar jamás el rol que ocupan en dicha situaciones, los hijos. Aunque son testigos mudos, son participes de esas agresiones verbales y algunas veces física, quienes van siendo sujetos de traumas psicológicos, que en definitiva serán, sin lugar a dudas, generadores de complejos, ligados a los efectos de las distintas modalidades de neurosis, con desajustes sociales, causando la predisposición hacia conductas de esa naturaleza.

Las discusiones no destruyen matrimonios tal y como expresa Grisseld Lecuna García en su escrito: “Discutir sanamente es un deber con uno mismo y con la pareja, sin ofender”(*); en cambio, lo que ocurre dentro de las confrontaciones, si puede ser un factor determinante para destruir esa unión conyugal. Por lo general, en las discusiones de pareja se comienza por un acontecimiento insignificante que luego se va aderezando con eventos ocurridos en el pasado, acompañado de adjetivos peyorativos y descalificantes, no solamente hacia el interlocutor; en este caso el cónyuge, sino también hacia cualesquiera otros integrantes del grupo familiar vinculado a quien se pretende descalificar con ese tipo de expresiones. Desde el punto de vista criminalístico, ha sido analizada ese tipo de conducta, vinculándolo con la figura del histerismo, cual es propia de la mujer, dada su relación con el “hister”, esto es, la cavidad uterina que aloja al feto, no estando el hombre exento de reaccionar en forma similar a como podría ser hecho por la mujer como tal.

Tales actos neuróticos e histéricos, son los que ofuscan a los individuos y se dejan llevar, hasta arribar a las agresiones físicas, no sin mencionar antes las desproporcionadas agresiones verbales que son como el agua, que…”una vez derramada en la tierra, resulta imposible recogerla”. En las discusiones de pareja, el “deber ser” indica, que el cuestionamiento del comportamiento debe circunscribirse a la actuación o modo de proceder del compañero y bajo ninguna forma o circunstancia desviarlo hacia otros aspectos que nada tienen que ver con el origen de la confrontación, pues, se corre el riesgo de proferir frases descompuestas y por demás dolorosas y ofensivas que dejan huella imborrables, si se quiere perennes, difícil de olvidar en el transcurso del tiempo y que se evocan cuando menos uno lo espera, a través de la Ley de la asociación de ideas. En otras palabras, no son las discusiones las que hacen daño, sino los términos destructivos que son utilizados, cuyo efecto no es otro que dejarlos grabado en la mente, como es el caso de las “palabras hirientes” y no las restantes. Se debe aprender a discutir sanamente, dentro de un clima empático; esto es, teniendo presente que el otro también posee sentimientos que merecen la consideración que aspira tener quien está emitiendo ese tipo de expresiones, ignorando de alguna manera que se trata de la persona con quien hace vida en común y a quién supuestamente le debe un trato signado por la mayor consideración y estima, que en el presente caso no es otra cosa que el sentimiento del amor.

En tal sentido es oportuno traer a colación las reglas de oro para que la relación de pareja vaya por buen camino, concebidas por un famoso psicólogo llamado Joseph Chakkal Abagi:
“° No menospreciar ni herir aunque estés disgustado.
° Referirte a la conducta del otro, no a su persona.
° Desahogarte en el momento del pleito y en privado.
° Centrarte en un solo tema a la vez cuando discutas, en vez de empezar refiriéndote a algo y terminar en otro distinto.
° No involucres a terceros en tu pleito marital.
° Quema la libreta de cuentas pendientes (aquellos reclamos del pasado que repites cada vez que discuten).
° Escucha y ponte en el lugar de tu pareja, en vez de estar a la defensiva preparando tus réplicas para desmentirla.
° Respeta las opiniones distintas aunque estén erradas (tu opinión también merece respeto aunque te equivoques, ¿no?). Por respeto debe entenderse el darle el derecho al otro de discrepar (y errar) sin ser juzgado ni descalificado”.(*1)

En verdad, se oye decir a diario en el argot popular y en algunas composiciones musicales que ellos (los hombres) no son ningunos santos, cuestión esta a la que se le puede otorgar alguna credibilidad, por aquello que al César lo que es del César, habida cuenta que Venezuela es una sociedad matriarcal, tal como fue posible inferir en el anterior artículo sobre la “Violencia de Género en la Sociedad Venezolana” (parte I) (*2), Es el caso de aquellos hogares fracturados cuyos hijos han sido abandonados o descuidados por los padres una vez ocurrida la separación con las consiguientes secuelas atinentes a la formación moral y educativa, llegando en muchos casos hasta un abandono físico, en el que parece más fácil para esos padres irresponsables, confinar a sus hijos en un internado o simplemente confiarlos a familiares o amigos allegados, quienes por compasión o dolor ajeno procuran contribuir de alguna manera con la manutención de esas víctimas. De ello se infiere que acciones de esa naturaleza no son más que actitudes de carácter filantrópico.

Así las cosas, con el devenir diario, esos jóvenes abandonados por los progenitores, se hacen hombres y mujeres, que procuran continuar una vida con total normalidad, insertándose en una sociedad con aparente naturalidad y normalidad, procurando no revelar sus crisis, traumas y complejos de las carencias sobrevenidas de una infancia llena de privaciones materiales, afectivas, psicológicas y hasta morales.

Estos individuos, en el decurso de la vida contraen nupcias, procrean descendencia y asumen responsabilidades como un buen “pater familiae”; aunque enmarcado dentro de una minusvalía familiar, inferioridades sociales y económicas, evocadas inconscientemente por las huellas imborrables dejadas por las circunstancias de sus propios orígenes.

Llegan a sufrir una educación torpe y autoritaria, creándose la subsiguiente reacción de rebeldía; raíz ésta de tendencias a ir contra la norma y las reglas del trato social. En ese orden de ideas, vale la pena resaltar, que las carencias que estos sujetos llegaron a sufrir en su infancia, los convierten en seres acomplejados.

“Las causas de los complejos pueden situarse:

1. En la inferioridad orgánica.- Defectos corporales, la cojera, una joroba, excesiva, gordura, fealdad insólita. El niño se cree despreciado, objeto de burlas, menos que los otros; entonces trata de simular superioridad, poderío y esta supercompensación le lleva a cometer estafas o ACTOS VIOLENTOS y otros delitos.
2. En la inferioridad social.- Puede suceder que el niño se haya levantado en hogar inadecuado, y al incorporarse a la sociedad sufre una repulsa que le hace demostrar superioridad y le conduce a darse importancia; busca entonces los placeres que los demás gozan fácilmente: beber, fumar, ir al cine, etc. Esto le lleva a la vagancia y a la explotación de los demás.
3. En la inferioridad económica.- Este complejo que se crea en la pobreza, trae el desprecio de los ricos y el anhelo de igualarse a estos y llevar la misma vida elegante y gastiva. La supercompensación puede desembocar en estafas, robos, homicidios, para obtener dinero, para equipararse a los acomodados y vivir como ellos.
4. En la inferioridad familiar.- La circunstancia de ser un hijo abandonado por los padres, el nacimiento ilegitimo, crea sentimientos de minusvalía familiar, por esas dificultades adquisitivas, cae en hurtos de almacenes, engaños y otros actos delictivos para superarse ella (la persona) sola”(*4).

Ocasionalmente, los trastornos del soma o de la psiquis, solo dejan captar una disonancia aparente. Para consolidar lo anteriormente expuesto, y corroborar que por problemas sobrevenidos en la primera infancia de un individuo, este puede convertirse en su vida adulta en un agresor dentro de su posterior vida marital y doméstica, incurriendo en violencia de género con el cónyuge o compañero de vida. No siempre se puede imputar culpabilidad al hombre como presunto agresor, pues, por vía de excepción, puede darse el caso que sea la mujer la agresora y para entender las razones por las cuales incurre en ese tipo de conducta, es que se recurre a este tipo de análisis psicológico, que de una u otra manera, tiende a relacionarse al psicograma que efectúan los criminólogos al momento de estudiar las causas de la comisión de un hecho punible.

Es así pues, que se considera que entre los factores endógenos en la criminogénesis, la violencia es un factor determinante que influye en la voluntad del individuo para incurrir en la comisión de un hecho contra lege, es decir contrario a la Ley. De esa manera, se puede considerar que “el antecedente biológico” es un factor influyente en las conductas signadas por la violencia, siendo ese factor un estimulo de carácter orgánico a la comisión del hecho punible; considerando la violencia de género como un hecho punible, estipulado en la nueva normativa, que ha sancionado el Estado venezolano a los fines de proteger y defender la familia como célula básica de la sociedad.

En adición a todo ello, se puede acotar que esa minusvalía familiar, de la que fue víctima el individuo en su niñez, le internalizó una inestabilidad psicológica convirtiéndolo en un ser neurótico. “La neurosis es considerada una enfermedad mental originada por un factor psíquico que conlleva a terribles sufrimientos, puesto que han cedido las defensas del yo para dar paso a la angustia. El neurótico no pierde contacto con la realidad, puede estar o no acompañada de síntomas.

Hay dos grandes grupos de neurosis: las actuales, formadas por situaciones traumáticas del presente o de un pasado próximo y cuyas manifestaciones fundamentales son la angustia o la depresión; y las biográficas o históricas en donde el conflicto, nacido generalmente en la infancia, se desarrolla a lo largo de la vida. Como expresión de este tipo neurosis están las fobias, la neurosis de ansiedad y la histeria.

Lo que si parece claro es que la conformación cultural del sujeto puede jugar importante papel en el desencadenamiento del conflicto neurótico. Aparte de la histeria, también puede considerarse de relevancia criminológica la neurosis obsesivo-compulsiva. En ella existe una idea fija y una acción obligatoria para lograrla. El sujeto padece de “angustia existencial”; por ello es rebelde, innovador y quiere cambiar al mundo sin poder hacerlo. La gravedad de esta enfermedad dependerá de la obsesión que se tenga y del grado de compulsión que aparezca. Pero dado que el individuo tiene plena capacidad para discernir, el desarrollo de esta neurosis plantea cierta peligrosidad. Un buen ejemplo de ella es la obsesión compulsiva por la limpieza”.(*3)

Después de hacer un breve análisis psicológico de la conducta psicosocial de un sujeto para tratar de entender las motivaciones de una actitud con tendencia a la violencia, la que posteriormente infligirá sufrimiento no solo al cónyuge sino también a la progenie, es menester aconsejar que no maltratemos a la pareja ni física ni verbalmente.

De esa manera, podemos concluir afirmando que la mujer debe ser digna exponente de delicadeza y magnanimidad, más no contrincante del hombre para demostrar “la vida al revés”…comportémonos como lo que somos y ocupemos el rol que nos corresponde en la sociedad.

(*)=Grisseld Lecuna García en su escrito: “Discutir sanamente es un deber con uno mismo y con la pareja, sin ofender” del Blogriss El Blog de Grisseld
(*1) = Frase tomada de reglas de oro en tu relación en pareja de Joseph Chakkal Abagi.

(*2)= Cita de Hanna Hernández tomada del artículo “La Violencia de Género en la Sociedad Venezolana” Publicado en el REPORTE diario de la economía, de fecha lunes 26 de Julio de 2010, Pág. 23.

(*3)= Criminología Juan Manuel Mayorca, Tomo I, Tercera edición, Caracas 1981, Pág 176-177.

(*4)= Curso de criminologia, Dr. José Rafael Mendoza Troconis,Segunda Edición, Pág 88,89.

31JUL10
Autor: Hanna Hernández Lárez
U.C.V. (Facultad de Ciencias Políticas y Jurídicas-Escuela de Derecho)
U.S.M ((Especialización en Gestión Portuaria y Comercio Exterior-Laude)
U.C (Diplomado en Aduana y Comercio Exterior- Summa Cum Laude)
Asesor de Inversión & Corredor de Bolsas-Finanmarkets Consultores C.A.
Mercados Internacionales -Finanmarkets Consultores C.A.

3 comentarios:

  1. Excelente amiga, muchos somos ignorantes de lo que conlleva esta clase de discusiones, que aunque no se llegue al maltrato fisico, se llega al verbal que sin temor a equivocarme duele y daña mas que el fisico.....!!

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  2. Griselle, la importancia de mis escritos estriba en que deseo sacar a "todos" de las tinieblas, de la oscuridad y como ciudadanos conocer nuestros derechos, además de conocer los procedimientos establecidos en las Leyes , para tomar en consideración en algun momento de nuestras vidas cuando requiramos de ellos. Recuerda que el desconocimiento o la ignorancia de la Ley no es excusa de su incumplimiento.

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  3. Así como también prima, la acumulación de resentimientos producto de que los acuerdos entre las parejas no se cumplen bien desde el punto de vista por los hijos o por lo meramente tan sencillo como es éste mes utilizamos parte del presupuesto familiar para tal destino quedando claros que es para eso y luego uno de los dos rompe ese acuerdo, eso que pareciera tan sencillo hace daño porque decepciona y lamentablemente dejas de creer y hacen que ya la convivencia no sea la misma, siendo necesaria la misma por razones de hijos, de compromisos pero se hace dificil y una la mujer tiene que ser más y más tolerante como también el hombre pero nosotras las mujeres por ser más viscerales lo tomamos más a pecho y sentimentalmente tenemos que arremangarnos los vestidos y ponernoslos como pantalones no nos queda de otra!!!! Zulyn

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